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Esencialmente humano

Pildoras de mis lecturas

El amor se exterioriza hacia afuera con con­ductas. De manera similar, el amor a uno mismo debe expresarse con comportamientos tangibles, aunque la cultura los vea mal.

¿Por qué debemos ser miserables con nosotros mis­mos? ¿Cuántas veces nos autoelogiamos, nos damos gustos y nos contemplamos? No suele haber tiempo para eso. Si el trabajo dignifica al hombre, el descanso y la recreación también. Planeamos con una exactitud rigurosa los compromisos asumidos, horarios de trabajo, presupuestos económicos, visitas de condolencia, cambios de aceite al carro, idas al dentista, etc. El tiempo libre es, en cambio, considerado como un efecto resi­dual, algo que "sobra" después del trabajo y que muchas veces no sabemos qué hacer con él. El trabajo es sagrado y nuestro tiempo libre no. ¡No hay tiempo! El descanso se ha reducido a una función pasiva de recuperación de fuerzas. Muchas personas no duermen, ¡se desmayan!

Debemos, disponer de tiempo para los hijos, la pareja, los padres, pero no se nos ocurre utilizar algunas horas en beneficio propio. Pensamos que el tiempo mejor aprovechado es el destinado a producir bienes materiales o dinero. No nos interesa producir salud mental. Muchos de mis pacientes se sienten culpables cuando están sentados debajo de un árbol mirando cómo se mueven las hojas.

El miedo a caer en el ocio ha desarrollado un patrón de conducta hiperactivo. Irracionalmente creemos que es fundamental mantenerse "activos" casi todo el tiempo, o sea, haciendo algo. . Es un acto de irresponsabilidad no dedicar tiempo a ti mismo.

Quererse a sí mismo, en principio, no debería ser distinto a querer a otros. Cuando amamos a alguien, intentamos hacérselo saber con actos dirigidos a pro­ducirle bienestar y satisfacción. De manera similar, de­bes demostrarte a ti mismo que te quieres con actos dirigidos a producir autobienestar y autosatisfacción.

Es absurdo que algo tan obvio no se cumpla. Desde niños se nos inculca que el autocontrol y la posterga­ción de lo placentero nos diferencia de los animales. Pen­sar que los humanos jamás deben reaccionar a sus de­seos de manera inmediata y que deben aprender a esperar, se ha exagerado sin lugar a dudas. Postergar los refor­zadores puede ser una habilidad importante en una die­ta, para dejar de fumar o intentar no ser agresivo, pero si hacemos de la postergación del placer una manera de vivir, nos convertiremos en zombis. La vida irá perdiendo lentamente su lado ameno y satisfactorio. El costo es la insensibilidad. El estar con el freno de emergencia puesto las veinticuatro horas, viendo si es prudente, adecuado, conveniente o no, puede llevarte al letargo afec­tivo y a la indiferencia absoluta. Perderás la capacidad de vibrar y de emocionarte. Crearás una coraza y te acostumbrarás a lo rutinario. '

La idea rígida del cumplimiento y el deber para con los otros nos ha hecho olvidar el com­promiso que hemos contraído con nosotros mismos al llegar a este mundo: crecer como personas.Y es imposi­ble crecer si no nos queremos a nosotros mismos.

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