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Esencialmente humano

Pildoras


La cultura nos ha enseñado a llevar un ga­rrote invisible, pero doloroso, con el que nos golpeamos cada vez que equivocamos el rumbo o no alcanzamos las metas personales. Si fra­casamos, decimos:"Dependió de mí"; si logramos el éxito: "Fue pura suerte

Algunas personas, por tener un sistema de autoevaluación inadecuado, adquieren el "vicio" de autorrotularse negativamente por todo. En vez de decir:"Me com­porté torpemente", dicen: "Soy torpe". Utilizan el "soy un inútil" en vez de "me equivoqué" en tal o cual cosa.

¿Cómo se llega a tener un autoconcepto ne­gativo? Una forma típica es a través de la autocrítica excesiva. Los humanos utilizamos estándares internos, esto es, metas y criterios internalizados (aprendidos) so­bre la excelencia y lo inadecuado. Estos estándares se desprenden del sistema de creencias, valores y necesida­des que poseemos. Una elevada autoexigencia produci­rá estándares de funcionamiento altos y rígidos. Sin embargo, si bien es importante mantener niveles de exi­gencia personal relativa o moderadamente altos para ser competentes, el "cortocircuito" se produce cuando es­tos niveles son irracionales, demasiado altos e inalcan­zables. La idea irracional de que debo destacarme en casi todo lo que hago, que debo ser el mejor a toda costa y que no debo equivocarme, son imperativos que llegan a volverse insoportables.

Si posees criterios estrictos para autoevaluarte, siempre tendrás la sensación de insuficiencia. Tu orga­nismo comenzará a segregar más adrenalina de lo nor­mal y la ansiedad interferirá con el rendimiento necesa­rio para alcanzar las metas. Entrarás al círculo vicioso de los que aspiran cada día más y tienen cada día menos. Los estándares irracionales harán que tu con­ducta nunca sea suficiente. Pese a tus esfuerzos, las metas serán inalcanzables. Al sentirte incapaz, tu autoevaluación será negativa. Este sentimiento de ineficacia y la imposi­bilidad de controlar la situación te producirán estrés y ansiedad, los que a su vez afectarán tu rendimiento ale­jándote cada vez más de las metas.

Si eres demasiado autoexigente y autocrítico, utilizarás un estilo dicotómico. Esto quiere decir, de ex­tremos. Las cosas sólo serán blancas o negras, buenas o malas.

Verás la realidad con una especie de binoculares donde los tonos medios, los matices v las tonalidades no existen. "Soy exitoso o soy fracasado". Absurdo. No hay nada absoluto. Todo depende del cristal con que se mire.

La peor manera de tratarte es con impaciencia y menosprecio. Por querer ver el árbol no verás el bosque. La autoobservación negativa, al igual que la autoevaluación y el autocastígo, genera estrés, disminuye el rendimiento, maltrata el ego y a largó plazo, afecta el autoconcepto.

La estabilidad ab­soluta no existe. Es un invento de los que temen al cam­bio. La famosa "madurez", tomada al pie de la letra, es el preludio de la descomposición. Ceñirte ciegamente a los estándares propios o externos es coartar tu libertad de pensar. Perderías la capacidad de decisión y de crítica objetiva. No temas revisar, cambiar o modificar tus metas si ellas son fuente de sufrimiento, aunque a tus vecinos no les guste.

Ser flexible es, sin lugar a dudas, una virtud de las personas inteligentes.

Veamos una guía que puede servirte para sal­vaguardar tu autoconcepto del autocastigo indiscrimi­nado.

  1. Trata de ser más flexible, tanto con otros como contigo.

Cuando evalúes, evita utilizar palabras como siempre, nunca, todo o nada. No rotules a las personas, tú incluido, con totali­dades. Tal como decía un destacado psicólogo, no es lo mismo decir: "Robó una vez", a decir: "'Es un ladrón". Las personas no "son", simplemente se comportan.

a. Permítete no ser tan normativo. Eso no te hará un delincuente. Si tienes cinco días para pagar una cuenta, págala al quinto, y si no hay riesgo legal, al sexto o séptimo.

b. Trata de no ser perfeccionista. Desorganiza tus hora­rios, tus ritos, tus recorridos, tu manera de orde­nar las cosas, etc. Convive con el desorden una se-mana. Piérdele el miedo.

c. No rotules, ni te autorrotules. Intenta ser benigno. Habla sólo en términos de conductas.

d. Concéntrate en los matices. Piensa más en las alter­nativas y las excepciones a la regla. La vida está compuesta de tonalidades más que de blancos y negros.

e. Escucha a las personas que piensan distinto de ti. Esto no implica que debas necesariamente cambiar de opinión, simplemente escucha. Deja entrar la in­formación y luego decide.

2. Revisa tus metas y las posibilidades reales para alcanzarlas

No te coloques metas inalcanzables. Exígete a ti mismo de acuerdo con tus

posibilidades y habili­dades.

3. No autoobserves sólo lo malo

Si sólo te concentras en tus errores, no verás tus logros.

4. No pienses mal de ti

Sé más benigno con tus acciones. Afortunadamente no eres perfecto. No te insultes

ni te irrespetes.

Recapitulemos y aclaremos. La autocrítica moderada, la autoobservación objetiva, la autoevaluación constructiva y el tener metas racionalmente altas son conductas necesarias. Muy posiblemente han cola­borado en la adaptación del ser humano. Estos procesos no son malos en sí mismos, depende de cómo se utili­cen y para dónde apunten. Mal utilizados, de manera rígida, dura, destructiva y compulsiva, afectan el autoconcepto.

Utilizados adecuadamente sirven como una guía alentadora. Socialmente hablando, no se ha en­señado a hacer un buen uso de ellos. Se nos presenta la autocrítica despiadada como un valor y como la llave del éxito; pero, posiblemente por desconocimiento, no se nos ha alertado sobre sus posibles consecuencias. Evi­tando un extremo, indudablemente pernicioso (la po­breza de espíritu, la pereza, el fracaso, el ser "poco" y el no tener metas en la vida), se ha llevado el péndulo ha­cia el otro extremo, igualmente dañino y nocivo.

Eres una máquina especial den­tro del universo conocido, no te maltrates. Exígete, pero dentro de límites razonables. No reniegues de ti.

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