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LA MENTE RÍGIDA

El mecanismo básico de las personas rígidas es la resistencia a cambiar cualquiera de sus comportamientos, creencias u opiniones, aunque la evidencia y los hechos les demuestren que están equivocadas, al tener tan poca variabilidad de respuesta, su capacidad de adaptación es supremamente pobre.

La mente rígida vive en un limbo facilista, distorsionado y altamente peligroso, donde la verdad ha sido secuestrada en nombre de alguien o algo. Facilista, porque tapa el sol con el dedo y se atrinchera en la lógica del dogmatismo, tratando de defender lo indefendible con argumentos simplistas: "si siempre fue así, por algo es".

Distorsionado, porque los procesos de toma de decisión que producen los sujetos inflexibles están saturados de sesgos y errores cognitivos, de los cuales no suelen estar conscientes. Y peligroso, porque cuando las personas rígidas son confrontadas o "acorraladas" con argumentos sólidos, se vuelven profundamente irascibles, autoritarias e impositivas.

Los datos disponibles muestran que cuanto más cerrada es la mente, mayor será la probabilidad de enfermedad mental. Sólo a manera de ejemplo, la rigidez psicológica se ha asociado con problemas interpersonales (agresividad, comunicación, colaboración), a trastornos en la infancia (los padres y madres rígidos tienden a generar trastornos de diversa índole en sus hijos), alcoholismo, esquizofrenia, desorden de la personalidad obsesivo-compulsivo, anorexia nerviosa, depresión, rumiaciones cognitivas e ideaciones suicidas, entre muchas otras alteraciones mentales.

La tradición y las normas establecidas atrapan las mentes rígidas y las llevan a un proceso de achicamiento del mundo hasta deformarlo. El pasado se convierte en un fundamentalismo personalizado y hecho a medida, tan inconcebible como irracional.

La adherencia compulsiva a determinadas creencias, emociones y conductas (esquemas), la incapacidad de cuestionarlas o someterlas a escrutinio y la "inercia en el procesamiento de información" que se repite una y otra vez, les impide acceder a un pensamiento crítico útil y eficiente. La gente inflexible suele ser paquidérmica a la hora de actuar, debido a que su movilidad depende de un ideal de perfección inalcanzable.

Para ellos, la incertidumbre, la contradicción y la ambigüedad son demonios que deben exorcizarse a como dé lugar. Cuando se ve obligados a enfrentar información discordante con su base de datos, entran en cortocircuito o simplemente se paralizan, porque su repertorio no está preparado para la espontaneidad y la improvisación.

Algunas desventajas de la mente rígida

Para la gente inflexible es muy difícil alcanzar un estado de paz interior. Más aún, es prácticamente imposible estar cerca de una persona rígida, llámese pareja, compañera o compañero de trabajo o de universidad, y no verse afectado negativamente por ella o él. Podría pensarse que las mentes obstinadas deberían llevarse bien entre sí, pero no es verdad. Cuando dos individuos pétreos hacen contacto, casi siempre hay un roce implícito o explícito, así estén del mismo lado.

Tarde que temprano, una escaramuza por el poder hace su aparición, tratando de mostrar quién es el más "duro de matar" o quién es el mas fiel a sus creencias.

Algunos de los inconvenientes que arrastran la rigidez y la inflexibilidad son:
• Niveles altos de estrés y depresión.
• Baja tolerancia a la frustración: no hay mente rígida que no haga pataleta.
• Angustia por no tener el control total de las cosas.
• Malas relaciones interpersonales: el autoritarismo y el prejuicio que acompaña la rigidez genera malestar, rechazo y agresión.
• Dificultades en la toma de decisiones: la persona rígida suele inmovilizarse cuando los impondera¬bles aparecen.
• Déficit en la resolución de problemas: debido a que ven el mundo en una sola dimensión, les cuesta generar alternativas de solución.
• Alteraciones laborales, sexuales, afectivas y demás, porque toda persona rígida busca un perfeccionis¬mo inalcanzable.
• Miedo a cometer errores y miedo al cambio.
• Dificultades en su crecimiento personal, porque viven ancladas al pasado y a los "deberías".


 

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TRES TIPOS DE MENTES: RÍGIDA, LÍQUIDA Y FLEXIBLE

Las personas tienen formas distintas de relacionarse con la información disponible en sus cerebros. Algunos se apegan a ella y otros son más arriesgados a la hora de modificarla. Hay quienes insisten de manera testaruda en que poseen la razón cuando objetivamente no es así y hay quienes reconocen sus errores y simplemente tratan de sacarle provecho a las situaciones nuevas o desconocidas.

Existen mentes que parecen de piedra: inmóviles, monolíticas, duras, impenetrables y rígidas, donde la experiencia y el conocimiento se han solidificado de manera sustancial e irrevocable con el paso de los años.

Estas mentes ya están determinadas de una vez por todas, ya no aprenden nada distinto a lo que saben, porque su procesamiento obra por acumulación y no por selección. La mente de piedra no se permite dudar y aborrece la autocrítica. Sus fundamentos son inmodificables e indiscutibles.

Por otro lado, y parafraseando al sociólogo Zyg-munt Bauman1, hay mentes que podríamos llamar líquidas, que no se interesan por nada y se acomodan a las demandas de la vida sin fijar posiciones de ningún tipo. Mentes sin cuerpo propio, informes, incoloras, sin constancia ni sustancia, indolentes y lejanas a cualquier compromiso: cerebros sin memoria. Pero ojo, no es el fluir del sabio que ha comprendido el constante devenir y se monta en él, sino la negación de la propia existencia. Indolencia esencial, donde las luces se han apagado para dar paso a un relativismo de mala cepa: nada es verdadero o todo da igual. La mente líquida no tiene de qué dudar y desconoce la autocrítica, porque no tiene puntos de referencia ni fundamentos claros.

Y también existen las mentes flexibles, que funcionan como la arcilla. Poseen un material básico a partir del cual se pueden obtener distintas formas: no son  insustanciales como las mentes líquidas, pero tampoco están definidas de una vez para siempre como las mentes de piedra. Pueden avanzar, modificarse, reinventarse, crecer, actualizarse, revisarse, dudar y escudriñar en ellas mismas sin sufrir traumas. Asimilan las contradicciones e intentan resolverlas, no se aferran al pasado ni lo niegan, más bien lo asumen sin perder la capacidad crítica. La mente de arcilla muestra una fortaleza similar a la que el taoísmo le atribuye al bambú: es elegante, erguido y fuerte, es hueco por dentro y además receptivo y humilde, se inclina con el viento pero no se quiebra. Para los seguidores de Lao Tse, la suavidad y la flexibilidad están íntimamente relacionadas con la vida, mientras la dureza y la rigidez están asociadas a la muerte. La mente de arcilla posee fundamentos y principios pero no son inmutables.

La mente de piedra (rígida) choca con la realidad objetiva una y otra vez; la mente líquida pasa por la vida y no hace contacto; la mente de arcilla (flexible) abraza la existencia de manera equilibrada. Las personas se podrían ubicar en un continuo de tal manera que podríamos hallar gente más o menos rígida, flexible o líquida, o con el predominio de un tipo de mente y pequeñas pinceladas de las otras. Más aún, la analogía nos permite la opción de que un tipo de mente se transforme en otro: las piedras pueden derretirse o ablandarse bajo temperaturas extremas, la arcilla puede endurecerse o volverse polvo y lo líquido puede solidificarse.

 

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La mente flexible fortalece el "yo", actúa corno un factor de protección contra las enfermedades psicológicas, genera más bienestar y me­jores relaciones interpersonales y nos acerca a una vida más tranquila y feliz. Si decides ser flexible, te quitarás un enorme peso de encima al ver que nada está prede­terminado y que puedes ser el último juez de tu propia conducta.

La vida siempre está en un eterno devenir, un movimiento permanente que nunca se detiene. Frente a ella, tienes dos opciones: te estancas o te montas a la ola que recorre el universo. Reconozco que algunas personas prefieren la comodidad y el regazo de lo conocido (así sea malo), a la incertidumbre de lo desconocido o lo nuevo. Sin embargo, una existencia sin riesgos, anclada en la rutina y en lo predecible, es una manera de aquietar el cosmos, un reduccionismo existencial cuya premisa es arriesgar poco y vivir menos. La triste quietud de la resignación que niega cualquier posibilidad de cambio.

Entonces, tú decides: rigidez mental (por lo tanto: estrés, angustia, amargura e inmovilidad) o flexibilidad mental (por lo tanto: alegría, tranquilidad y desarrollo del potencia] humano).

Nota: recuerda visitar temas: pildoras para que llevar continuidad

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Si todos recuerdan, la píldoras es una iniciativa de entregarles resúmenes de libros interesantes e importantes para el crecimiento y realización personal, las primeras píldoras o resúmenes eran del libro “aprendiendo a quererse a si mismo” de Walter Riso, pueden ir a temas y luego a píldoras para leerlas todas.  En esta entrega de resúmenes o píldoras nos enfocaremos en el mismo Walter Riso de quien respecto mucho sus enseñazas  esta vez en su libro “El poder del pensamiento flexible”.
La idea es reflexionar con el fin de autodescubrirse y si desean profundizar es recomendable entonces adquirir el libro.

Primera parte….

La flexibilidad mental es mucho más que una habilidad o una competencia: es una virtud que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que redunden en una mejor calidad de vida; una mente rígida no sólo está más propensa a sufrir todo tipo de trastornos psicológicos, sino que, además, afectará negativamente al entorno en el que se mueve. ¿Quién no ha sido víctima alguna vez de la estupidez recalcitrante de alguien que, por su rigidez mental, no es capaz de cambiar de opinión o intenta imponer sus puntos de vista? No hay que ir muy lejos: en cada familia, en el lugar de trabajo, en la universidad, el colegio, el barrio o en el edificio donde habitas, siempre habrá alguien intolerante y dogmático,  tratando de sentar cátedra e influir sobre lo que piensas o haces. Insisto: las mentes cerradas son un problema para ellas mismas, y para la sociedad donde viven, en tanto impiden el progreso y permanecen ancladas a una tradición que quieren perpetuar a cualquier costo.
Por el contrario, el pensamiento flexible rompe este molde retardatario y se abre a las nuevas experiencias de manera optimista. Las mentes flexibles muestran, al menos, las siguientes características: (a) no le temen a la controversia constructiva y son capaces de dudar de ellas mismas sin entrar en crisis (aceptan con naturalidad la critica y el error y evitan caer en posiciones dogmáticas); (b) no ne¬cesitan de solemnidades y formalismos acartonados para ponderar sus puntos de vista (les gusta la risa y el humor y los ponen en práctica); (c) no se inclinan ante las normas irracionales ni la obediencia debida (son inconformistas por naturaleza y ejercen el derecho a la desobediencia si fuera necesario}; (d) se oponen a toda forma de prejuicio y discriminación (tienden a jijar posiciones ecuánimes y justas que respeten a los demás y eviten la exclusión en cualquier sentido); (e) no son superficiales y simplistas en sus análisis y apreciaciones (su manera de pensar es profunda y compleja, sin ser complicada), y (f) rechazan toda forma de autorita¬rismo y/o totalitarismo individual o social (defienden el pluralismo y la democracia como modo de vida).
Las personas flexibles no son un dechado de virtudes ni nada por el estilo; simplemente buscan liberarse de los mandatos y los "deberías" irracionales para acceder a su verdadero ser. ¿Cómo llegar a un funcionamiento óptimo si se nos prohíbe explorar el mundo? ¿Cómo avanzar en el crecimiento interior si pensamos que el pasado nos condena? De ninguna manera estoy defendiendo a los "rebeldes sin causa" y a los alborotadores de oficio; lo que sugiero es que una mente abierta y libre querrá actualizarse de manera continua y sólo podrá hacerlo si levanta las barreras que le imponen los precursores de la dureza mental y la tradición compulsiva. Si pensamos que "todo cambio es sospechoso", molesto o peligroso, habremos entrado al sombrío terreno del oscurantismo…. La fuerza del pensamiento flexible radica en que, a pesar de la resistencia y los obstáculos, nos permite inventarnos a nosotros mismos y fluir con los eventos de la vida sin lastimar ni lastimarse.
La rigidez psicológica enferma, genera sufrimiento (estrés, depresión, ansiedad, hostilidad) y promueve una violencia individual y social significativa. Por eso, es incomprensible que muchas culturas avalen y promuevan el dogmatismo y el fundamentalismo en cualquiera de sus manifestaciones principales como un estandarte a seguir. Si decides aferrarte a tus dogmas de manera irracional, tendrás una vida empobrecida y dolorosa.    …….continua



 

Pildoras-Venciendo la baja autoefícada

Pildoras-Venciendo la baja autoefícada

Recapitulemos lo dicho hasta aquí. La auto-eficacia es la "opinión afectiva" que se tiene sobre la posibilidad de alcanzar determinados resultados, es decir, la confianza de alcanzar las metas exitosamente. Las causas más comunes que contribuyen a que la autoeficacia baje son: ver las cosas como incontrolables, creer que la propia conducta está regulada más por factores externos que por uno mismo, y utilizar un estilo atribucional donde siempre se es responsable de lo malo y nunca de lo bueno. A estas tres causas psicológicas se les puede agregar una cuarta causa ambiental: una historia de fracasos.
Con el tiempo se genera un autoesquema de desconfianza e inseguridad, por el cual se comienza a anticipar que el éxito es imposible y a evitar las situaciones de reto, los problemas o cualquier evento que implique la intervención personal para su solución. La persona hará de la evitación un estilo.

Las siguientes estrategias te permitirán pelear contra la baja autoeficacia o conservarla en un punto adecuado.

1. Elimina el "no soy capaz"
Si te tratas mal y eres irrespetuoso contigo mismo, tu diálogo obrará como un freno. Elimina de tu repertorio el "no soy capaz". Cada vez que te lo repites confirmas tu inseguridad.

2. No seas pesimista
Las personas con baja autoeficacia anticipan el futuro negativamente. Cuando se trata del propio rendimiento, sus expectativas son de fracaso e incapacidad. Siempre se ven a sí mismas como las peores actrices o actores de la película. No seas pesimista.

3. No seas fatalista
Eres el arquitecto de tu futuro. En una gran proporción, construyes tu destino. Por Lo tanto, tienes el poder de modificar muchas cosas. No veas el mundo como aristotélicamente inmodificable. Si tienes un punto de control externo para todo, tenderás a ser fatalista y verás los infortunios como incontrolables. Quita de tu repertorio verbal la palabra "siempre".
El pasado no te condena. De hecho, tu presente es el pasado de mañana. Si cambias en el aquí y el ahora, estarás contribuyendo de manera significativa a tu destino.

4. Trata de ser realista
a.   Si todo lo ves con la óptica "externa", nada dependerá de ti. El éxito no te provocará satisfacción y nada harás frente al fracaso.
b.   Si evalúas todos los éxitos con un punto de vista "externo" y los fracasos como "internos", te derrumbarás hasta la depresión.
c.   Si atribuyes todos los éxitos como "internos" y los fracasos como "externos", te engañarás a ti mismo. No te deprimirás, pero serás deshonesto. Este no es un optimismo sano.

5. No recuerdes sólo lo malo.
La visión negativa de uno mismo se alimenta principalmente de los recuerdos. Si el esquema que tienes de tí es negativo, los recuerdos que llegarán a tu mente serán confirmatorios de este esquema. Recordarás más lo malo que lo bueno. Si tu autoeficacia es baja, los fracasos estarán más disponibles que los éxitos. No entres en el juego de las evocaciones negativas.

6. Revisa tus metas
Si tu autoeficacia es baja, pecarás por defecto y no por exceso (como vimos en la parte de auto-concepto). Te estarás subestimando y adaptando las metas a la supuesta incapacidad que percibes en ti mismo.

 7. Ponte a prueba y arriésgate
Los puntos anteriores son condiciones necesarias pero no suficientes para ser autoeficaz. Es fundamental que te animes a dar el paso decisivo: actuar para alcanzar la meta.  
Recuerda, la única forma de confiar en ti mismo es ponerte a prueba. Cuando decidas enfrentar tus miedos e inseguridades, los seis pasos anteriores te ayudarán a no distorsionar la realidad a favor del automenosprecio. Si te sometes racionalmente (esto es, sin "suicidarte") obtendrás datos sobre tu propio rendimiento y podrás averiguar si las anticipaciones de fracaso que hacías eran verdaderas o falsas. La filosofía: "Más vale pájaro en mano...", no te lleva a ninguna parte; es el pasaje al conformismo y al estancamiento. Si tu autoeficacia es baja, ¿Qué podrías perder al i
ntentar nuevos retos?

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Cuando estamos ante "situaciones de éxito o fracaso, los humanos hacemos interpretaciones sobre las causas del porqué se dio el hecho en cuestión. Tratamos de entender lo ocurrido buscando explicaciones causales. Pues bien, esta manía de los seres inteligentes es un arma de doble filo que, mal utilizada, puede producir heridas a nuestra autoeficacia.     Veamos un ejemplo de cómo una situación de éxito en un examen puede ser interpretada de distin­ta manera por dos adolescentes que utilizan estilos atribucionales opuestos. El adolescente uno dice:"Realmente había estudiado mucho. Si estudio así durante todo el tiempo, me irá bien en los otros exámenes y probable­mente en la universidad". El adolescente dos dice: "El examen estaba demasiado fácil, los otros exámenes no creo que sean así. Siempre son más difíciles".

El adolescente uno atribuyó el éxito a sí mis­mo, a su esfuerzo y perseverancia en el estudio. Más aun, interpretó que el éxito se reflejará en otras materias y será duradero en el tiempo. Conclusión: el éxito depen­dió de él. El adolescente dos atribuyó su éxito a factores externos (la facilidad del examen). Pensó que en el fu­turo los exámenes no serán tan fáciles. Conclusión: el éxito no dependió de él, sino de la escasa dificultad del examen. El primer adolescente se motivó a seguir ade­lante y a confiar en si mismo. El segundo no confió en sus capacidades. El primero fortificó su autoeficacia. El segundo le dio un duro golpe.Los estilos atribuciónales son las tendencias idiosincrásicas que utilizamos los humanos para explicar la propia conducta, o la ajena. Las personas que utilizan un estilo atribucional pesimista y negativo se sentirán responsables de los fracasos pero no de los éxitos. Por su parte, la gente que hace uso de un estilo atribucional racional, optimista y positivo, tenderá a evaluar la situa­ción de manera objetiva y se hará responsable de los fracasos o los éxitos, si realmente es así. El estilo atribucional irracionalmente optimista es tan malo como el pesimista, debido a que el sujeto también distorsionará la realidad, se atribuirá todos los éxitos y le echará la culpa del propio fracaso a los demás. Su autoeficacia no crecerá adecuada­mente sino que se inflará como un globo hasta reventar. Salvar la autoeficacia y el autoconcepto a costillas de otro, o negando la verdad, no es una salida sana para tu integridad psicológica. Quererte a ti mismo es hacerlo, por sobre todas las cosas, de manera honesta.

Por lo tanto, si te echas la culpa de todo lo malo y no tienes en cuenta tu contribución a lo bueno, tu autoeficacia se verá afectada.Te dirás:"Soy un fracasa­do". Si nunca aceptas tu responsabilidad en lo malo, y piensas que todos los éxitos dependieron exclusivamente de ti, tu autoeficacia crecerá en falso. Te dirás: "Soy Supermán’".Y como de hecho no lo eres, es esperable que te estrelles violentamente contra la realidad.

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La percepción de incontrolabilidad

La imposibilidad de modificar un evento aversivo desarrolla depresión y desconfianza en sí mis­mo. De manera similar, una historia de fracasos que es­capen al control del sujeto producirá la percepción de incapacidad, si no se sigue intentando el éxito. La expe­riencia de incontrolabilidad tiene un efecto demoledor sobre la conducta de lucha en personas poco persisten­tes.

La percepción de incontrolabilidad en momentos aversivos puede producir una baja en la autoefícacia o en la confianza en si mismo. Una mala racha suele ser suficiente para gene­rar sentimientos de insegundad y depresión. De manera similar, si el fracaso se ve como ineludible, sobrevendrán sentimientos de ineficacia que podrán generalizarse a nuevas situaciones.

El sujeto llegará a considerarse inep­to para hallar la solución y aunque ésta se le presente como alternativa viable, descartarla por considerarse él mismo incompetente. Si cobra mucha fuerza, este senti­miento de incapacidad hará que la persona no intente afrontar situaciones nuevas: las evitará. Con el tiempo, no importará qué tanto la nueva situación que deba ser solucionada sea real y objetivamente manejable, se per­cibirá Como incontrolable pese a no serlo.

Será incon­trolable porque el sujeto se considerará incapaz de ma­nejarla: habrá perdido autoeficacia. La percepción de sí mismo comenzará a ser pobre, se sentirá derrotado e incapaz de avanzar por la vida. Su autoconcepto se debi­litará y no se sentirá merecedor de amor. Dejará de que­rerse y respetarse.

Afortunadamente, corno veremos más adelante, este panorama desalentador puede modificarse si decides arriesgarte a enfrentar los problemas. Lo que jamás debes perder es tu capacidad de lucha. Como decía Hermann Hesse:"Para que pueda surgir lo posible, es preciso intentar una y otra vez lo imposible".

El punto de control

Las personas pueden ser divididas en internas o externas, de acuerdo con el lugar donde ubiquen el control de su conducta. Las personas internas colocan el control dentro de ellas mismas. Dirán que ellas guían su conducta y que son las principales responsables de lo que les ocurra. Asumen el destino, no como algo dado desde fuera, sino como algo que deben construir por su propio esfuerzo. No suelen echarle la culpa a otros de lo que acontezca con su vida. Desde este punto de vista, son realistas, perseverantes y no tienden a darse por ven­cidos fácilmente. Son personas seguras, aunque si son demasiado "internas" pueden generar un estilo de superhéroes y no medir las consecuencias.

Por su parte, las personas externas creen que sobre su conducta operan una cantidad de eventos y cau­sas que escapan de su control. Piensan que su comporta­miento está gobernado por factores externos a ellas mis­mas, frente a los cuales no pueden hacer nada. Por ejemplo, la suerte, los astros, los ovnis, el destino, etc. Suelen ser personas fatalistas y resignadas ante la adversi­dad. Su pensamiento es ínmovilizador:"Nada puede ha­cerse, así lo quiere el destino’.’, o "Para qué intentarlo". Si esta creencia de punto de control externo es generalizada, verán los intentos de modificar el ambiente negativo como infructuosos, o como una pérdida de tiempo in­útil que a nada conducirá. La mayoría de las veces, actuar con un punto de control externo desemboca en Una baja autoeficacia.

La posición que asuma cada, uno frente al punto de control está regulada por los aprendizajes so­ciales, los modelos y el sistema de valores de los grupos familiares y culturales.

La propuesta no es descartar la fe, sino poner­la al servicio de tu crecimiento personal. Las creencias deben servirte como fuente de motivación y empuje, no como frenos e impedimentos para alcanzar la felici­dad por ti mismo.

Poner la responsabilidad de la propia vida en manos de alguien más poderoso muy posiblemente sea relajante, pero no deja de ser hasta cierto punto humi­llante.

Entregarse pasivamente y capitular ante los obstáculos, porque así debe ser, es un acto de deslealtad con tu persona. No puedes declararte fuera de combate porque "está escrito".Tú eres el que escribe tu destino. Dios te ha dado la tinta y el papel para hacerlo, te ha dado el poder del pensamiento y el don de la inteligen­cia, no para que seas víctima sino triunfador. Si todo lo pones fuera de ti, no podrás tenerte confianza.

Si acaso tienes la tendencia a dejarte llevar por un punto de control externo revisa la creencia, vuélvela más flexible y racional. Si crees en Dios, piensa en él como un asesor o como un padre que respeta la libertad de sus hijos. Si crees en los astros, piensa que ellos se equivocan demasiado. Si tu horóscopo ha salido "malo", desafíalo. Si te lo propones, tendrás un buen día. Las co­sas dependen de ti más de lo que crees.

Resumiendo, si la creencia de control que po­sees es externa, tu empeño en alcanzar Ls cosas que te interesan corre el peligro de debilitarse. O dicho de otra forma peligra tu autoeficacia. Si tienes fe en algo o al­guien, que sea un motor y una fuente de convicción de que eres capaz, no el recostadero de los cómodos. Como dice el refrán: "A Dios rogando y con el mazo dando".

1.Píldoras de mis lecturas


Amigos en todas mis lecturas siempre consigo enseñanzas que me parecen determinante para el crecimiento personal. ¿Ahora cuantas de ellas se quedan en el libro, guardado en un estante? ¿Cuántos de nosotros tendrá la posibilidad de leerlas? Por eso me ha parecido interesante ponerlas a la disposición de ustedes. “Píldoras de mis lecturas” serán textos o párrafos que expresan enseñanzas claves para todo ser humano de algún libro que haya leído.

Me gustaría, como he pedido en diversas ocasiones, que se animen a dejar algún comentario en los artículos o puedan dejar cualquier duda o pregunta en el foro de autodescubrimiento.

Igualmente pendiente que estoy preparando un apartado con audiolibros, últimamente he visto que me es mas fácil escuchar un libro que leerlo, así aprovecho el tiempo inevitable que he de pasar en colas en el trafico o en los bancos o comercios. Publicaré la lista de audiolibros que son bastantes, especialmente en temas de crecimiento personal, para todo aquel que se interese, me lo pida y pueda enviárselo a su correo. Espero que este nuevo aporte sea de ayuda, gracias una vez más.

Su amigo

José Goyo

Primer aporte

Libro: Aprendiendo a quererse a sí mismo Autor: Walter Riso

Primer resumen:

Quererse a sí mismo es quizás el hecho más importante que garantiza nuestra supervivencia en un mundo complejo y cada vez más difícil de sobrelle­var. Curiosamente, nuestra cultura y educación se orien­tan a sancionar el quererse demasiado. Es mal visto que nos demos demasiado gusto. Cuando pensamos en nosotros mismos por demasiado tiempo, nos contemplamos o nos autoelogiamos, se nos reprende.

Nuestra civilización intenta inculcar princi­pios como el respeto al ser humano, el sacrificio, el al­truismo, la expresión de amor, el buen trato, la comuni­cación, etc., pero estos principios están dirigidos al cuidado de otros humanos. El autorrespeto, el autoamor, la autoconfianza y la autocomunicación no suelen te­nerse en cuenta. Más aun, se considera de mal gusto el quererse demasiado.

Si una persona es amigable, expresiva, cariñosa y piensa más en los otros que en ella mis­ma, es evaluada excelentemente: su calificativo es el de "querida". Si alguien disimula sus virtudes, niega o le resta importancia a sus logros, es decir, miente o se autocastiga, ¡es halagado y aceptado!

No sólo rechazamos la autoaceptación honesta y franca, no nos importa que sea cierta o no, sino que promulgamos y reforzamos la negación de nuestras virtudes.

Si el ser humano merece el respeto que se promulga por ser algo especial, eso debe hacerse extensivo a tu propia persona. Por evitar caer en la pedantería insufrible del sabeloto­do, hemos caído en la modestia autodestructiva de la negación de nuestras virtudes.

La inmunidad al flagelo de la depresión solo se logra si aprendes a quererte. Como las mejores cosas, nece­sitas un trato especial. No puedes permitir que se te las­time, ni darte el lujo de autodestruirte estúpidamente.

Desde pequeños nos enseñan conductas de autocuidado personal: lavarnos los dientes, bañarnos, cortarnos las uñas, comer, controlar esfínteres y vestirnos. ¿Pero qué hay del autocuidado y de la higiene mental? No se nos enseña a querernos, a gustarnos, a contemplarnos y a confiar en nosotros mismos. Ade­más, aunque algunos padres tenemos esto como un desiderátum. .

La imagen que tienes de ti mismo no es here­dada o genéticamente transmitida. Tal como se despren­de de lo dicho hasta ahora, es aprendida.

Así corno construyes una representación interna del mundo que te rodea, también construyes teorías y conceptos sobre ti mismo. Los fracasos y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensa­ciones físicas, los placeres y disgustos, la manera de en­frentar los problemas, lo que te dicen que eres, lo que no te dicen, los castigos, etc., todo confluye y se organiza en una imagen interna sobre tu propia persona: tu yo o tu autoesquema. Puedes pensar que eres torpe, feo, inte­resante, inteligente o malo. Cada uno de estos calificati­vos son el resultado de una historia previa, donde has ido gestando una "teoría" sobre ti mismo. Si crees ser un perdedor, no intentarás ganar. Te dirás: "Para qué inten­tarlo, yo no puedo ganar" o "es imposible cambiar" o "no valgo nada".

En resumen, lo que piensas y sientes acerca de ti mismo es aprendido y almacenado en forma de teorías llamadas autoesquemas. Hay autoesquemas positivos y negativos. Los primeros te llevarán a estimarte, los segundos, a odiarte. Si la visión que tienes de ti es negativa, no te expresarás afecto, pues no creerás merecerlo. Si tu autoesquema es positivo y no lo alimentas, se desvanecerá. Algunas personas, en lugar de felicitarse, disimulan su alegría con un parco y flemático:"No es nada" o "era mi deber". La negación del recono­cimiento personal es una forma de auto destrucción.

En los autoesquemas se entrelazan cuatro as­pectos fundamentales que, para fines didácticos, intenta­ré separar. En realidad, se fusionan en un todo indisolu­ble y conforman el núcleo principal de la autovaloración personal. Pueden convertirse en sólidos cimientos sobre los cuales podrás edificar un yo fuerte y seguro, o en la principal fuente de autoeliminación y automenosprecio. Ellos son: el Autoconcepto (qué piensas de ti mismo), la Autoimagen (qué tanto te gustas), la Autoestima el autorefuerzo (qué tanto te premias) y la. Autoeficaáa (qué tanta confianza tienes en ti mismo). Son los cuatro so­portes de un buen ego,

Un aspecto interesante para señalar es que las personas con problemas de autoaceptación son dema­siado "duras" con la autocrítica y "blandas" cuando cri­tican a otra gente. En cambio, los sujetos que muestran una buena autoestima se protegen siendo más bien sua­ves a la hora de autoevaluarse. Un acto de suficiencia en beneficio propio. ¿Quién dijo que debíamos ser objeti­vos las veinticuatro horas? De ninguna manera estoy sos­teniendo una actitud compulsiva a engañarse a sí mis­mo. Simplemente, pienso que a veces "hacer la vista gorda" frente a pequeños e insignificantes errores o de­fectos personales es útil para la salud mental. Es preferi­ble una posición optimista de leve sobreestimación, a una actitud desgarradoramente pesimista con uno mis­mo y una actitud positiva para con otros. El amor empie­za por casa.