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Esencialmente humano

Pildoras

 

Curiosamente, el permiso para sentir que nos da la cultura está ligada al rol sexual que marcan los este­reotipos sociales. Si un hombre llora es visto como "dé­bil"; si lo hace una mujer, es "sentimental, tierna y ma­ternal". No es muy mal visto que un hombre manifieste una atracción sexual hacia el sexo opuesto y goce por ello. Pero si la mujer disfruta "demasiado", no sólo es socialmente rechazada como alguien inmoral, sino que se ha inventado una enfermedad exclusiva para ellas lla­mada ninfomanía. En los manuales de psiquiatría no exis­te la contraparte masculina, no hay ninfo manos.

El sistema educativo colabora bastante en la cruzada contra la capacidad de sentir intensamente: "Cuidado, hijo mío, ten las emociones bajo control. No sueltes las riendas o se desbocarán y te llevarán, irreme­diablemente, al descontrol y al libertinaje". Si bien la intención puede ser buena, también es importante enseñarles a nuestros hijos a no ser personas encapsuladas. Es tan malo el descontrol desenfrenado como el control excesivo.

Puedes dejarte llevar sin límites cuando haces el amor (aullar si se te ocurre), puedes volar con tu música preferida hasta las cinco de la mañana, llorar frente a La Piedad, gritar en una película de terror, darle una patada al carro porque se varó por quinta vez, abrazar tres veces a un amigo, decirle setenta veces "te quiero" a la mujer que amas, aplaudir a rabiar Concierto para piano .Vn. 1, sentir nostalgia frente a la foto de un familiar que se ha ido para siempre, o reírte a carcajadas y estruen­dosamente cuando ves a Chaplin. Puedes sentir lo que se te la gana, ¿ no violas los derechos de las otras personas, si no te hace daño y si eso te hace feliz, aunque a ciertos constipados emocionales no les agrade. Lo único que te separa de las máquinas es la capacidad de sentir: duélale a quien le duela.

Si realmente es fuente de sufrimiento y malestar, se debe dejar salir para proceder a eliminarlo. "Sentir" no es la actitud masoquista de re­signarse a aceptar aquellas emociones que te perjudican. "Sentir", como aquí está planteado, es una manera de investigar y explorar qué te gusta y qué no. Es la condi­ción sine qua non para descubrir maneras de quererte a ti mismo.

No les pongas tantos requisitos a tus emociones para aceptarlas. Ellas son parte de ti. Sentir es tu condición de ser vivo. Si las niegas o les temes, estarás perdiendo no sólo la capacidad de amarte a ti mismo sino de amar a otros. Aprende a convivir con ellas. Elige las que te convengan y desecha las que no te gusten. Tienes derecho a esta elección.

Resumiendo orientarse sanamente al disfrute y al placer es el terreno más fértil para que prospere la capacidad de quererse a uno mismo. Un espíritu desinhibido y sin restricciones emocionales in­dudablemente favorecerá el desarrollo de una sensibili­dad aguda y perceptiva, la cual a su vez mejorará la comu­nicación afectiva y la comprensión de los estados internos.

1. Saca tiempo para el disfrute

La vida no se ha hecho sólo para trabajar. Se tra­baja para vivir, no lo contrario.

2. Decide vivir hedonistamente

Acepta que la búsqueda del placer es una condi­ción del ser humano. Forma parte de ti como algo natural. No es algo malo y sucio, primitivo y sórdido. Ser hedonista no es promulgar la vagancia, la irres­ponsabilidad o los vicios que atenten contra tu salud. Es vivir intensamente y ejercer el derecho a sentirte bien.

Si potencias tus experiencias placen­teras, se abrirán nuevos horizontes y te harás inmune a la peor de las enfermedades: el aburrimiento.Tienes un talento innato para vivir "bien", no lo desaprove­ches.

3. Explora, busca, indaga

Una vez que decidas darle más importancia al principio del placer, debes comenzar a trabajar para sentirte bien. Tu principal arma es la exploración. No esperes a estar "totalmente seguro" para ensayar cosas nuevas.

4. No racionalices tanto las emociones agradables

La idea no es negar la importancia del pensamiento. De hecho, tu manera de pensar tiene influencia so­bre el tono afectivo (agradabilidad o desagradabilidad) de tus sentimientos. El problema es que si in­tentas "explicarte" y comprender permanentemente los sentimientos, los obstruyes irremediablemente.

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