Esencialmente humano
La ignorancia es el más poderoso factor de estos límites en la mayoría del linaje humano, y así el vulgo continúa viviendo mezquina y desmedradamente porque desconoce la alta vida de que son herederos y la identidad de su verdadera naturaleza. El género humano ignora todavía que la esencia del Yo dimana de la vida de Dios. Por vicio de ignorancia no se ha abierto al divino flujo ni ha sabido trazar el cauce por donde fluya el infinito poder. Mientras sólo nos conozcamos a nosotros mismos como hombres, sólo tendremos poder humano. Cuando nos convenzamos de la divina esencia de nuestra alma, en el grado en que abramos nuestro ser al divino flujo nos acercaremos a Dios.
Un amigo mío tiene en su heredad un hermoso estanque artificial alimentado por el agua de un depósito que a cierta distancia se abre al pie de la colina. Una compuerta regula el flujo del líquido por el canal que lo conduce desde el depósito al estanque. Es un paraje de sorprendente belleza. En los días del estío, las flores del loto, ya completamente rota su clausura, besan la límpida y transparente superficie de las aguas. Rosas de junio y otras flores silvestres brotan continuamente en las orillas. Los pájaros acuden a beber y bañarse y desde el alba al ocaso dejan escuchar sus melodiosos trinos. Las abejas están infatigablemente atareadas en libar las corolas que esmaltan el silvestre jardín. Un frondoso bosquecillo, donde crecen frutas silvestres y gran variedad de hierbas y helechos, se extiende tras el estanque hasta más allá de lo que la vista alcanza.
Nuestro amigo es un hombre superior, un amante del prójimo. Y por lo tanto no ha puesto en su propiedad letreros tales como “Vedado”, “No se permite el paso”, “Los que entren serán procesados”. Muy al contrario, en el extremo de un plácido y oculto sendero que a través del bosquecillo conduce al encantador paraje, hay un cartelón con estas palabras: “Sea bienvenido todo el mundo al estanque del Loto.” Y todo el mundo ama a nuestro amigo, aunque nadie depende de él, y él a todos ama y lo que es suyo es de todos.
Allí se ven frecuentemente grupos de alegres niños entregados al juego. Allí llegan algunas veces hombres y mujeres, rendidos de fatiga, que tras breve descanso se van con semblante gozoso como si la carga les pareciese más ligera, y se van murmurando con rumores de oración estas palabras:
“Dios bendiga a nuestro hermano amigo.” Muchos llaman a este pasaje el jardín de Dios.
Mi amigo le llama su Jardín Espiritual y pasa muchas horas tranquilo en él. Con frecuencia, después de marcharse los demás, le he visto pasearse de un lado a otro o sentarse en un banco rústico a la claridad de la luna, aspirando el aroma de las flores silvestres. Es hombre de hermoso y sencillo carácter. Dice que allí siente la realidad de la vida, que ve el alma de las cosas y que muchas veces recibió allí, como luz de un relámpago, la inspiración de sus proyectos más atrevidos y felices.
Todo cuanto hay en la vecindad del estanque parece que alienta en espíritu de bondad, benevolencia, placidez y gozo. Cuando los rebaños llegan a los hitos puestos en el linde del bosquecillo y ven a través de él la belleza del paraje, se regocijan como si fueran racionales y saltan de contento, que así le parece a quien sonriendo los contempla, al observar sus manifiestas señales de placer y alegría.
La compuerta del estanque está siempre levantada de modo que dé paso al necesario caudal de agua para alimentar, además del estanque, un arroyo que serpentea campos abajo y a través de los del vecino, brindando de beber a los rebaños y manadas que en las montañosas faldas pacen y sestean.
No hace mucho tiempo, nuestro amigo estuvo un año ausente, y durante su ausencia arrendó la finca a un hombre que, según la voz del mundo, era un verdadero espíritu práctico, sin tiempo para cuanto no le allegara material beneficio. La compuerta que ponía en comunicación el depósito con el Estanque del Loto quedó completamente cerrada, y el cristalino manantial de la montaña ya no pudo alimentar el estanque.
Desapareció el cartelón con el letrero “Sea bienvenido todo el mundo al Estanque del Loto”. Y ya no acudieron enjambres de chiquillos ni grupos de hombres y mujeres a contemplarlo. Todo cambió. Privadas de la vivificadora corriente, se marchitaron las flores y cayeron en el fango los tallos que las sustentaban. Muy pronto murieron los pececillos que antes jugueteaban en las transparentes aguas, y la pestilencia de sus cuerpecitos muertos ahuyentó al caminante. Ya no brotaban flores en las márgenes. Ya no acudían los pájaros a beber y bañarse ni se escuchaba el zumbido de las abejas. Y el arroyo que campos abajo murmuraba se secó hasta el punto de que las manadas y rebaños ya no pudieron apagar la sed en las límpidas aguas de la corriente.
Fácil es hallar la causa de variación tan profunda en el cierre de la compuerta por donde fluía el agua del manantial que como fuente de vida alimentaba el estanque. Y cegada así a propósito la fuente, no sólo varió por completo de aspecto el “Estanque del Loto”, sino que los campos vecinos se vieron privados del arroyo que refrigeraba sus márgenes y daba de beber a las manadas.
¿No es esto un acabado símil de lo que en la vida humana sucede? En el grado en que reconozcamos nuestra individualidad, nuestra relación con Dios, vida de todo. y en el grado en que abramos nuestro ser a su divino flujo, llegaremos a la armonía con el Infinito.
Y en el grado en que recibamos esta superabundancia de bienes, todo cuanto esté en contacto con nosotros participará de sus efectos. Tal es el “Estanque del Loto” de nuestro amigo, amante de cuanto hay de verdadero y óptimo en el Universo.
EN ARMONÍA CON EL INFINITO
Plenitud de Paz, Poder y Abundancia
POR RODOLFO WALDO TRINE
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