Blogia
Esencialmente humano

El problema de la evitación.

El problema de la evitación.

Cuando tenía 10 años, salí a caminar por el barrio con una vecinita a la cual yo consideraba mi no­via. Al llegar a una esquina donde solían reunirse una serie de muchachos mayorcitos, uno de ellos levantó la falda de mi amiguita y le acarició la nalga. Al ver el ta­maño de mi oponente y el festejo de sus acompañantes ante la hazaña, sólo opté por agachar la cabeza y seguir caminando con ella como si nada hubiese pasado. Al lle­gar a casa mi padre me vio evidentemente preocupado y me preguntó qué había ocurrido.

Cuando le expliqué lo sucedido, entre lamentos y autorreproches, me miró fi­jamente a los ojos y me dijo: "Mira hijo, lo que te acaba de pasar es sumamente incómodo. A mí también me ocurrió algo similar alguna vez. Si dejas que el miedo te venza, te cogerá ventaja". Luego de meditar unos se­gundos, agradecí el consejo y me levanté rumbo al tele­visor.

Mi padre me tomó del brazo y me dijo con vqz firme: "No me has entendido. Tienes dos opciones. O sales a enfrentar a esos idiotas o te las ves conmigo". Realmente no dudé mucho de la elección. Mi padre era un napolitano inmigrante de la Segunda Guerra Mun­dial que cuando se ofuscaba pegaba muy duro. Opté entonces por la salida más digna, aunque obligada, de salvar el honor.

De más está decir que la hinchazón y el morado de los ojos duró más de una semana. Pero valió la pena. Mi amiguita descubrió en mi a un verdadero príncipe azul, levanté prestigio frente a mis amigos y otras niñas comenzaron a mostrarse interesadas por esa mezcla rara de amante latino y Bruce Lee. Sin embargo, lo más importante fue la enseñanza que me dejó la ex­periencia en el aspecto psicológico. Luego de la pelea, mi padre me estaba esperando con hielo, aspirinas y cierto aire de orgullo. "Muy bien — me dijo —, es preferible tener un ojo hinchado y no la dignidad maltratada". Esa noche dormí como nunca lo había hecho antes.

Maquiavelo dice: "Los fantasmas asustan más de lejos que de cerca". Eso es verdad. La única manera dé vencer el miedo es enfrentarlo. De igual modo, no hay otra forma de solucionar un problema que haciéndolé frente. No obstante las ventajas del método, los humanos nos resistimos a pagar el costo de la superación. Optamos por el camino más fácil: el alivio que nos pro­duce la evitación y la postergación.

La evitación impide que el organismo esté ex­puesto el tiempo suficiente para vencer el miedo o solu­cionar el problema de que se trate. Enfrentarse a cosas desagradables es incómodo, pero es el precio para modi­ficarlas y vencerlas.

En los trastornos graves de pánico, está com­probado que la mejor estrategia terapeutica.es la exposi­ción a la fuente fóbica. En estos casos, cuando el sujeto se somete ai miedo, la adrenalina se dispara y produce determinadas reacciones fisiológicas como taquicardia, sudor, cambios de temperatura, náuseas, mareos;,etc. Es­tas sensaciones son incómodas, pero después de un tiempo disminuyen, se agotan y si organismo se habitúa al obje­to temido. Esto se denomina extinción del miedo. Desgra­ciadamente, no soportamos el tiempo necesario de acostumbramiento y escapamos antes de que la extinción ocurra. Más aun, ni siquiera enfrentamos, sino que evi­tamos de todas las maneras posibles hallarnos frente a frente con la fuente de temor. A veces la vida nos coloca en encrucijadas donde se debe sacrificar "el ahora" por "el después". Si quieres superar tus inseguridades, debes po­nerte a prueba y exponerte. Debes arriesgarte y someter a contrastarían las ideas que tienes de ti mismo. Si haces de la evitación una costumbre, nunca sabrás valorarte.

 

 

0 comentarios