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Esencialmente humano

Las Causas de la Depresión.

Por Francisco Javier Martínez Ruiz ©: Médico, Epidemiólogo, Microbiólogo, experto en Medicina Holística y Psicosomática. Colaborador con el Padre César Fernández de la Pradilla.

A modo de simplificación y guía, podemos señalar que la Asociación de Psiquiatría Americana considera que una persona (no drogada ni que acabe de perder a algún ser querido) presenta formas mayores de depresión si presenta ininterrumpidamente durante mas de 14 días al menos 5 de los siguientes síntomas (al menos 3 para las menores):

  1. Pesar, tristeza o ánimo deprimido la mayor parte del día (a veces irritabilidad en niños o adolescentes);
  2. Disminución importante del interés en la mayoría de las actividades diarias;
  3. Aumento o disminución importante del apetito;
  4. Insomnio o sueño excesivo;
  5. Agitación (evidente por el modo de frotarse las manos) o lentitud de movimientos;
  6. Cansancio inexplicable o pérdida de energía;
  7. Sentimientos de inutilidad o culpabilidad;
  8. Indecisión o capacidad disminuida para pensar o concentrarse;
  9. Pensamientos recurrentes de muerte, abandono o suicidio.

En niños y adolescentes la sintomatología se hace mas enmascarada y puede cambiar: «Posicionamiento» en el ambiente familiar y académico, absentismo/fracaso escolar, trastornos del esquema corporal y de la alimentación, fugas, mentiras, hurtos, promiscuidad, consumo de tóxicos y conductas parasuicidas, etc. son manifestaciones típicas de la depresión en menores de 25 años. La irritabilidad puede sustituir al ánimo deprimido.

En los pacientes afectados (y también en sus amigos y familiares) la depresión merma la cantidad y, sobre todo, la calidad de la vida. Aumenta el pesimismo, la hipocondría, la desesperanza; y disminuye el flujo de pensamientos y acciones, la autoestima, el cuidado e higiene personal, el impulso al reto, a la aventura, a la búsqueda de soluciones, a las relaciones, al goce y al líbido. Además del sufrimiento, aislamiento e incapacitación que produce acarrea un importante riesgo vital: muchas enfermedades, accidentes, deterioros familiares, fracasos escolares y despidos laborales pueden atribuirse directa o indirectamente a la depresión; un 15% de los depresivos recurrentes mueren oficialmente por suicidio cada año en los Estados Unidos, lo que representa un número de muertes similar a la que produce el SIDA. La depresión, en sí misma, es un suicidio ralentizado, como una muerte en cámara lenta. Aunque nuestro cuerpo sigue funcionando (mas lentamente, por cierto), nuestra alma ha perdido su Sol, o yace en completas tinieblas.

En muchos casos, la gran mayoría, se puede comprobar que la depresión está precedida por un periodo de «impactos» y estrés demasiado intenso, duradero y/o repetido; en otros casos, los menos, no se ha podido comprobar, lo cual no significa que no exista, quizás indirecta o mediatizamente, proviniendo de niveles distintos a las emociones conscientes.

Estos impactos estrasadores pueden ocurrir en cualquiera de los biontes y planos de manifestación, aunque los mas vulneradores suelen ocurrir en los individuos y sus familias, así como en los planos instintivo-emocionales. En cualquier caso. el verdadero «derrumbe» depresivo se produce cuando el cuerpo intelectivo y teologal del individuo ha sido por fin bloqueado.

Los impactos estresadores suelen provenir de pérdidas, miedos, fustraciones instintivas y, en general, choques emocionales ante los que el individuo cree que nada se puede hacer. Numerosas observaciones y experimentos demuestran que cuanta mas juventud, sensibilidad, soledad comunicativa e indefensión subjetiva tenga el individuo frente a lo que le golpea emocionalmente y le estresa, y cuanto mas inesperados, instintivos, duraderos y repetitivos sean dichos impactos... mas propenso a la depresión será el resto de su vida y mas graves y petinaces serán las formas depresivas en las que caiga el afectado.

Aunque el objetivo último a restablecer (¡o a inaugurar!) es la esperanza, la confianza y la volición del individuo, es decir su cuerpo causal (teologal), normalmente debe seguirse un orden reparativo ascendente, que empieza en lo físico (técnicas de relajación, masajes y ejercicios, balnearios y contacto con la naturaleza, magneto/helio/cromoterapia, musicoterapia, yoga físico y de la respiración, risoterapia, etc.) y en lo químico (oligoterapia, Sales de Schuesler, adecuación muy cuidadosa y experta de la medicación, especialmente de los psicofármacos, de los que el paciente normalmente se ha hecho dependiente), prosigue en lo biológico (fitoterapia de drenaje, de estimulación hormonal, ya sea africana, china, ayurvédica, etc.), sigue en lo etérico (homeopatía, radiestesia, oberbach, terapias sanacionales, etc.), continúa en lo emocional (flores de Bach, gemoterapia), atiende después a lo intelectivo (terapia cognitivas, PNL, etc. que, en ocasiones, requieren apoyos en terapias de «regresión») y finaliza por lo causal (terapia existencial, de «peregrinaje interior», yogas superiores y técnicas de meditación; y, especialmente, restitución de la dignidad y de las virtudes morales, como la verdad, la justicia, la solidaridad, etc. sobre todo las teologales (fe, esperanza y amor del individuo hacia si mismo y hacia su entorno).

 

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