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Esencialmente humano

La Fábula de los Cangrejos

La Fábula de los Cangrejos

por Emilio Santamaría

Hubo una vez una reunión muy importante en el fondo del mar. Era la reunión de los cangrejos. El más viejo de los cangrejos la había convocado para, según pensaba, tomar una decisión muy importante.

Asistieron cangrejos de todos los mares, desde los mares pequeños de aguas tranquilas hasta de los océanos más agitados; aún aquellos que vivían en los ríos más contaminados enviaron a un representante.

La reunión comenzó puntualmente. El líder pidió la palabra y dijo: -"Mis amigos, hemos estado haciendo algo que se ha constituido en un pésimo ejemplo para todos...

Es una costumbre que debemos cambiar."

Muy preocupados todos lo veían con curiosidad. Un joven cangrejo de agua dulce, sin poder reprimir su curiosidad, preguntó:

-"¿Y cuál es esa costumbre? ¿Por qué cree que es un mal ejemplo para los demás...?"

El cangrejo anciano respiró profundo. Muy preocupado tomó nuevamente la palabra y continuó: -"Lo diré sin rodeos. Debemos dejar de caminar para atrás. Todos nos usan como ejemplo negativo y hablan de nosotros como si fuéramos unos retrógrados."

Un cangrejo rojo que había llegado de muy lejos, comprendiendo lo serio del problema, preguntó: -"¿Y que es lo que propones para remediar el pésimo ejemplo que damos?"

El cangrejo líder continuó: -"Seré realista. Para nosotros ya es muy difícil cambiar. Pero para los cangrejos pequeños será más fácil. Propongo que sus mamás les enseñen a caminar para adelante".

Los cangrejos se emocionaron por la sinceridad con que se les había hablado y

entusiasmados estuvieron de acuerdo con la propuesta. De esa forma, quedó establecido

que todos los cangrejos que nacieran a partir de ese momento, serían instruidos por

sus madres para caminar hacia adelante.

Cada uno regresó a su hogar. Y las madres empezaron a enseñar a sus pequeños. Guiaban con amor sus patitas, primero una hacia adelante, después la otra. Insistían en la nueva forma de avanzar. Los pequeños intentaban seguir las instrucciones, aunque fuese muy difícil y complicado. Pero con sinceridad trataban de hacerlo.

No obstante, sucedió algo muy curioso. Sus mamás les decían la forma en que debían caminar, pero ellas mismas y todos los demás cangrejos continuaban caminando para atrás como siempre. -"¿Cómo es que ellos hacen una cosa y me enseñan otra?" dijo un pequeño muy estudioso. Los demás estuvieron de acuerdo. Algunos pensaban que era una broma que les querían jugar; otros decían que debía ser más fácil caminar para atrás, por eso los demás lo hacían así.

En vista de la insurgencia, tuvo que convocarse a una nueva reunión de cangrejos. -"La norma que propuse no está funcionando", admitió el cangrejo líder, que siempre decía la verdad. Y continuó: -"Y no funciona porque no predicamos con el ejemplo y, lo cierto es, que no podemos pedirle a los demás que hagan lo que nosotros no hacemos".

Cuenta la leyenda que esa es la razón por la cuál los cangrejos siguen caminando para atrás. Y la lección que podemos aprender con ésta simpática historia es que: Los demás ponen más atención en lo que hacemos que en lo que decimos.

Es una verdad que deberíamos aprender. Es muy difícil pedirle a un hijo que no beba

si el padre bebe los fines de semana o exigirle que estudie, cuando nosotros no tocamos un libro. Predicamos mucho más con el ejemplo que con todas las palabras del mundo.

También en las empresas es más fácil pedirles a los empleados que produzcan más, si nosotros somos productivos o que apliquen buenos principios en las relaciones humanas si nosotros mismos los aplicamos. Pero no podemos esperar que sean sinceros si nosotros no lo somos con ellos.

Los romanos decían "Exemplum docet" ("el ejemplo enseña") y, el profesor Dale Carnegie escribió: -"El ejemplo es casi lo único que enseña".

Todos aquellos que están en un puesto de liderazgo, supervisores, gerentes, dirigentes, gobernantes, maestros, políticos, religiosos, deberían comprender a fondo ésta indiscutible verdad.

Como decía William James: -"Lo que hacemos habla tan alto que no deja oír lo que decimos"...

CONCLUSIÓN:

ES NEGATIVO pensar que para influir en los demás, bastan nuestras intenciones y nuestras palabras.

ES POSITIVO comprender que siempre debemos predicar con el ejemplo.

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