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Esencialmente humano

Mente-Cerebro-Cuerpo

Mente-Cerebro-Cuerpo

¿Es posible curarse utilizando el poder de la mente? Planteada la pregunta de esta manera, lo más probable es que suscite respuestas opuestas. La mayoría de científicos consideran la mente como un producto del cerebro, que poco o nada tiene que ver con la enfermedad del cuerpo y sus órganos. Llegan a aceptar que ciertos estados de ansiedad, estrés, depresión puedan ocasionar ulceras de estomago, asmas bronquiales, ciertas colitis o una vaga predisposición a enfermar. Por otra parte, algunos científicos piensan, al revés, que el cerebro es un fruto de la mente. Los primeros esgrimen que la mente no es nada sin el cerebro, ya que cuando este se lesiona aquella deja de funcionar, desaparecen los pensamientos, se pierde la memoria y se cercena la voluntad. Los segundos reflexionan que un cerebro sin la mente y sus contenidos es como una cinta magnetofónica vacía, que no posee la información para generar los pensamientos, los sentimientos, las sensaciones, las intuiciones, en definitiva la melodía de la vida. Pero, en cualquiera de los dos casos, a la mente y el cerebro se les dota de unas propiedades específicas sin la existencia de una conexión entre ambos, que sirva para explicar el por qué enfermamos y en consecuencia cómo podemos curarnos. Pero si consideramos que la mente y el cerebro forman una unidad que se extiende al resto del cuerpo, y que los tres no funcionan por separado o ejerciendo un control jerárquico de uno sobre otro, obtendremos más elementos para comprender el papel de la mente en nuestras dolencias. En este conjunto unitario formado por la mente, el cerebro y el cuerpo, nuestro sistema nervioso no solo captaría las sensaciones de nuestro entorno y efectuaría el movimiento con los músculos correspondientes, sino que incluiría una representación tridimensional de las vísceras u órganos del cuerpo en diversas áreas cerebrales, ejerciendo un control sobre su regulación funcional y sobre su permanente renovación celular. En caso de aceptar esta triada, formada por la psique, el cerebro y los órganos, esta ha de funcionar en plena armonía para mantener un buen funcionamiento del cuerpo y conservar la salud. Piénsese, por ejemplo, que en este preciso momento suceden miles de reacciones bioquímicas en nuestro cuerpo, millones de células se mueren para ser suplantadas por otras en un crecimiento ordenado siguiendo un patrón de referencia que les indica el momento de su división, la forma y las funciones que van a desarrollar, para conservar la anatomía de los órganos y sistemas corporales…etc. Para tal finalidad se necesita un programa especial que ordene la información que trascurre por los tres niveles, proporcionado sentido y significado a nuestros actos y a las percepciones de los mismos y los sintonice con nuestro propio cuerpo. Y ese programa es la conciencia. La conciencia es el pegamento que une, es una inteligencia innata que aglutina y ordena todos los mecanismos para que nuestro cuerpo se regenere cada día y para que nuestras funciones fisiológicas estén de acuerdo con las circunstancias de nuestro medio; recoge la memoria que nos sirve en el presente y nos prepara para el futuro; nos ofrece las referencias para que nuestras emociones nos ayuden a conocernos mejor, y finalmente, nos proporciona la imaginación necesaria para mover nuestra voluntad hacia una mayor plenitud y trascendencia. Así, ante todo signo y síntoma que exprese nuestro cuerpo en las enfermedades puede ser considerado como efecto de un estado de conciencia que ha polarizado la suficiente información para generar cambios en nuestro psiquismo y en nuestras células. Por tanto, hemos de identificar concretamente esa información, de manera que podamos reconocer que toda enfermedad es un proceso psico-físico con cambios en los órganos y en nuestro psiquismo, generados por situaciones que han movilizado nuestras más profundas emociones, situaciones que han puesto en peligro necesidades básicas para mantener la vida como la nutrición real o simbólica, la estructura o la valorización y movimiento o contacto. Sin olvidar, en absoluto que en toda dolencia o sufrimiento se ha de encontrar el significado de nuestra existencia en este maravilloso Planeta en cada uno de los acontecimientos que nos suceden y, también, en cada una de nuestras aflicciones.

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